Ensayo sobre la ceguera

He elegido como título aquel que define al célebre libro de José Saramago, porque creo que es el más adecuado para aquello que pretendo explicar aquí.  

Todo comenzó con una discusión con un amigo, sobre los resultados de las investigaciones de la NASA en relación al fenómeno OVNI (UAP, en su versión inglesa actual), expuestos en una conferencia celebrada en el último día del mes de mayo del 2023. Como se puede observar más abajo, la prensa generalista se hizo amplio eco de dicho evento. A mi amigo le hice notar que los principales objetos anómalos en el cielo que han sido reportados en los últimos años son esferas, que coinciden con dos esferas observadas por mí, en el Baix Empordà (provincia de Girona), en los meses de noviembre del 2022 y de mayo del 2023. 

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Objetos esféricos detectados en el Baix Empordà (Girona) en noviembre del 2022 y mayo del 2023

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La Vanguardia se hizo eco de la conferencia de la NASA sobre UAPS

Frente a ello, mi amigo se limitó a decir lo siguiente: “Fenómenos anómalos no identificados… No se habla de alienígenas… Sino de avistamientos como el tuyo, que no se sabe qué son”. Yo respondí de la siguiente manera: “¿Son los rusos, los chinos…?”. Y él contestó: “Quizás sí, vehículos espía”. Yo le dije retóricamente: “Supongo que estás de broma” (puesto que si los rusos dispusieran de dicha tecnología, otro gallo les cantaría en Ucrania). Mi amigo contestó: “Pruebas de alienígenas, que yo sepa, no existen… Imágenes de fenómenos anómalos sí que hay, por ello está bien que se investigue para identificarlos”. 

No entraré en detalle sobre las pruebas que sin duda existen sobre la presencia de inteligencias extraterrestres en el planeta, las cuales se han multiplicado en los últimos años. Cada cual ha de documentarse, de la manera que le parezca bien, sobre esta realidad cada día más apremiante. 

No entraré tampoco en detalle sobre las eternas discusiones sobre el origen de Colón, que suelen conllevar las risitas acostumbradas cuando se afirma que éste, si bien nacería en Génova, tenía origen catalán. Puede hallarse un breve resumen de mis investigaciones, que serán expuestas en mi próximo libro ( Colom el Descubridor ) en el siguiente artículo: Colom el Descubridor – Introducción .

Cuando se habla de cuestiones como estas dos, los interlocutores “serios” suelen acudir a bromas y chascarrillos, del tipo de los “hombrecitos verdes” o del “pato Donald catalán”. Eso me convierte a mí, José Luis Espejo, que cree en extraterrestres del pasado y del presente, y en la teoría del Colón catalán, en un “freak”, en un tipo risible y poco serio. A ello respondo: “Sí, yo creo en ovnis, ¿y qué?”. Es más, no sólo creo en los hombrecitos verdes, sino también en la realidad de la Atlántida y en los fantasmas. Los “debunkers” y los “trolls”, así como la gente seria y circunspecta, ya pueden comenzar a preparar sus dardos contra mí. Soy consciente de que no son pocos los que pretenden desacreditarme con estas sólidas razones. Ante ello, sólo puedo decir una cosa: “¡Hola!”. 

Si de algo estoy convencido, es que es posible creer en los ovnis, y tener los pies en el suelo. Dicho de otra manera: quien bien me conoce, sabe que no creo en nada (no practico ninguna religión, no me mueve ningún dogma político, económico o filosófico, aunque evidentemente tengo mis ideas…). Si algo me define es la frase: “No creo en nada, pero estoy dispuesto a creer en cualquier cosa, si se sustenta en pruebas”. Insisto, existen pruebas más que suficientes sobre la presencia de extraterrestres, hoy y ayer, en la Tierra. Y también existen pruebas sobre la catalanidad de Colón. Ahora no es el momento de hablar sobre ellas, por lo que continuaré con mi argumentación. 

Mi razonamiento parte de una constatación evidente: en la doctrina oficial sobre la Historia, y sobre la realidad en general (que, no puedo dejar de decirlo, es cualquier cosa menos real), no son escasas las anomalías y las inconsistencias. Ahí reside el objeto de mi trabajo, y de mis investigaciones. Y de ahí el título de este blog: “Historia Oculta”. 

Existen numerosos episodios de la literatura que nos hablan de aquellos ciegos que tienen ojos para ver y sin embargo no ven. Los podemos encontrar en el Banquete de Platón (es el “mito de la caverna”) o en los cuentos de Andersen (el Rey desnudo). También hay muchos refranes y frases hechas que aluden a este tipo de ciegos, no de los ojos sino del corazón. Por ejemplo: “No hay mayor ciego que quien no quiere ver”, o “Tienen ojos y no ven”, o “En el país de los ciegos el tuerto es el rey”. 

En el “país de los ciegos” en el que habitamos en este momento, el “tuerto” (aquél que ve, que no se deja cegar por las preconcepciones y por la censura) es considerado como un charlatán, como un bufón, como un mequetrefe. El “tuerto” (el que ve más allá de los prejuicios dominantes) es ridiculizado, y por ello se sustrae a la vista del público (ciego, por antonomasia). 

¿Y qué es la ceguera, tal como la interpreto en este artículo? Es la creencia “ciega” en los dogmas y los cánones de la autoridad. En una sociedad de ciegos, como la actual, se confunde el acriticismo (es decir, la creencia en los dogmas dominantes) con la seriedad y la circunspección; y la amplitud de miras, la mente abierta, con la frivolidad y la irresponsabilidad. 

Son ciegos aquellos que, o bien no desean ver aquello que no encaja en su concepción de la realidad, o bien aquellos que teniendo una evidencia no la perciben, pues su mirada la atraviesa (se dice que los indígenas americanos no acertaron a ver los barcos de los primeros europeos porque no encajaban con su concepción del mundo; aquellos barcos eran para ellos algo así como invisibles; eso mismo sucede ahora mismo con los ciegos contemporáneos). 

Los ciegos son gente obcecada (“obcecada” deriva de “ciego”), por no decir obtusa. Creen que los que no comparten su ámbito de creencias, en el que no existen ni extraterrestres, ni civilizaciones desaparecidas, ni fantasmas, son mentirosos o estúpidos. Por mucho que los “herejes” les presenten pruebas irrebatibles: éstas, o bien no las ven, o no las consideran dignas de estudio o de atención. Ante su mirada, es como si no existieran, como si fueran transparentes. Y si acaso las ven, aquellas evidencias son apartadas, ocultadas, destruidas, dejando automáticamente de existir (para su ciego “orden de cosas”). 

La ceguera es arrogancia y soberbia. Como cualquier enfermedad (pues no deja de ser una enfermedad del espíritu) es altamente perniciosa. La ceguera es como una enfermedad autoinmune: es un mecanismo de defensa interno contra los elementos patógenos que ponen en riesgo el “cuerpo social”. El antígeno del cambio es la ceguera, en su expresión de escolasticismo y de “culto a la autoridad”. 

El ciego rehúye las evidencias que se oponen a su interpretación reduccionista de la realidad. La ceguera se confunde con el cientificismo, con el realismo o con el pragmatismo. Nada más lejos de la verdad: el cientificismo se basa en pruebas, no en dogmas, preconcepciones o restricciones. 

La ceguera es la peor amenaza al cambio y al avance social. 

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