Colom, el Descubridor - Próxima publicación
El Colón real poco tiene que ver con los Colombo genoveses. Su perfil encaja con el de Juan Cristóbal Colón, hijo de Francesc Colom y de Maria de La Cavalleria. Su padre natural era un eclesiástico de Barcelona, y su madre una judía conversa de Girona. Fruto de este concubinato, considerado escandaloso en su época, Colón habría nacido en Génova, donde los Colom (y sus aliados, los Bertran y los Casanova) tenían sólidos intereses comerciales. Juan Cristóbal Colón dominaría el latín -a resultas de sus estudios eclesiásticos-, al igual que el Colón histórico (Cristóbal Colón); y conocería a fondo la cultura y tal vez la lengua hebreas (pues buena parte de sus familiares eran judíos conversos). Su lengua materna sería probablemente el catalán oriental, pero tendría un buen conocimiento de castellano. Posiblemente habría estudiado en Pavía (como apunta su hijo Fernando), durante su primera juventud, los fundamentos de las Ciencias y de las Humanidades.
Puesto que su familia paterna estaba ligada a la marina, habría dejado de lado los estudios eclesiásticos, tras su tonsura, para dedicarse a navegar. Seguramente habría sido “adoptado” en Génova por la familia Casanova, y se habría iniciado en la marinería con ellos. Tendría relación con el mismo Jacobo Casanova, de Génova, a quien robó una carga de almáciga en la batalla del Cabo de San Vicente, en 1476; lo que supondría que fuera repudiado por éste, y que le fuera imposible retornar a la ciudad donde presumiblemente nació.
Las creencias religiosas de Colón serían una mezcla de piedad cristiana y de orgullo judío, como deja claro en sus escritos. Sentía una especial predilección por la Orden de San Francisco. Habría participado en la guerra civil catalana en las filas del condestable Pere de Portugal y del rey René d’Anjou (al que llama Reinel). Habría desarrollado su carrera marinera en Francia (siendo corsario a las órdenes de su pariente Guillermo Casanova Colón), y posteriormente en Portugal y en Castilla. Todo sea dicho, tanto los Colom, como los Bertran, como los Casanova, allegados a Juan Cristóbal Colón, tenían intereses en Génova y en Rodas.
Éstas son algunas de las “coincidencias” que definen el perfil de Juan Cristóbal Colón, “nuestro Colón”. Así pues, ¿era catalán?, ¿era italiano?, ¿era francés?, ¿era portugués?, ¿era castellano? Cristóbal Colón, como su contemporáneo Leonardo da Vinci, era realmente un “ciudadano europeo”, un “hombre sin patria” y al mismo tiempo universal.
Con carácter previo a su publicación, te doy a conocer el Índice de la obra:
Índice de figuras
Prólogo de Andreu Marfull
Introducción
La evanescente presencia de Giovanni Colombo en España
Un Memorial de Descargo que no prueba nada
Joan Cristòfor Colom, el Cristóbal Colón histórico
1. La gran confusión
Ambos relatos convergen a partir de su estancia en Portugal
Los “puntos fuertes” de la tesis genovesista
El documento de 1501, sospechoso
Documento de 1496, no concluyente
Documentos de 1470, intrascendentes
Todo lo que molesta a los partidarios de la tesis genovesista
La cuestión de la genovesidad de Colón
La larga sombra de la tradición
2. El verdadero Cristóbal Colón
El verdadero apellido de Colón
Cristóbal Colón, ¿de origen noble, o humilde?
La pista italiana de la heráldica colombina
¿Colón corsario? Cristóbal Colón y Guillermo Casanova Colón
Colón mintió sobre su edad, según los genovesistas
Controversia sobre la correspondencia de Colón con Toscanelli
Según los genovesistas, en la batalla del Cabo de San Vicente Colón estaba con los genoveses
La cuestión de sus estudios en Pavía
Colón, ¿pirata con el rey Renato?
Colón, ¿navegante o comerciante?
La postura de Ramón Menéndez Pidal
Dominio del latín y del hebreo
La lengua materna de Colón: el catalán
Conclusiones a lo dicho en este capítulo
3. Una identidad controvertida
La cuestión de las identidades
Las diversas identidades de Colón
La expedición a los mares boreales, de 1477, revela el verdadero nombre de Colón
¿Qué nos dicen los cuatro viajes sobre la personalidad del Almirante?
¿Qué nos dicen los cuatro viajes sobre la vida del Almirante?
El homenaje secreto a Pedro de Portugal en el primer viaje de Colón
Súbditos, naturales y extranjeros
4. Interludio. El Colón secreto
La firma de Colón y la tradición universal
Colón, profeta del Renacimiento
Vespucio, Colón y Leonardo, miembros de una orden secreta rosacruciana
El mito del continente perdido
5. Joan Cristòfor Colom
¿Quién es Joan Cristòfor Colom?
Francesc Colom, el padre de Joan Cristòfor Colom
Los Colom en Barcelona, y en Badalona
Los La Cavalleria, testigos de la tonsura de Joan Cristòfor Colom
Joan Cristòfor Colom versus Cristóbal Colón
Apuntes sobre la genealogía de Joan Cristòfor Colom
Otros indicios de la catalanidad de Colón
El –reencontrado- escudo de Colón
Siguiendo el rastro del escudo de Cristóbal Colón
La carpeta catalana de la segunda expedición a las Indias
Familiares y conocidos: una nueva pista sobre su identidad
6. Colón y sus circunstancias
Colón, entre España y Portugal
Relaciones con el papado e Italia en la España de los Reyes Católicos
Castilla y Aragón en tiempos difíciles
Fernando de Aragón, un hombre para una época
Fernando de Aragón, el “catalanote”
Guillem Colom y el Call de Barcelona
Constelaciones familiares: Los Colom y los Bertran
Constelaciones familiares: Los Casanova y los La Cavalleria
Conclusiones: De cómo sus “circunstancias” condicionaron a Cristóbal Colón
7. Cuestiones suplementarias, y algunas hipótesis
El origen genético de Cristóbal Colón
Despliegue de una teoría, a través de diversas hipótesis
Bibliografía
Índice de figuras
Figura 1. Escudo de los Casanova de Gravedona (Lombardía).
Figura 2. Alusión alegórica del escudo de los Colom, por Fernando Colón.
Figura 3. Escudo de los Colom de Mallorca.
Figura 4. “Colom” en el escudo de Colón, por Fernández de Oviedo.
Figura 5. Escudo de Cristóbal Colón.
Figura 6. Escudo de los Colom catalanes.
Figura 7. Escudo de Casanova Lerrone (Liguria).
Figura 8. Escudo de los Bertran de Barcelona.
Figura 9. Escudo de los Casanova de Cartagena.
Figura 10. Escudo de los Bertran, versus escudo de los Beltrani italianos.
Figura 11. Firma de Cristóbal Colón.
Figura 12. Sello de Cristóbal Colón.
Figura 13. Alusión a Colón en el fuste de su estatua en Barcelona.
Figura 14. La doble A en la trama urbana de Barcelona.
Figura 15. La A y el círculo según Leonardo.
Figura 16. Dibujo de “Rocafor” (Leonardo, 1504).
Figura 17. Árbol genealógico.
Figura 18. Evolución del escudo de Colón (de 1493 a 1502).
Figura 19. Escudo de los Bertran.
Figura 20. Escudo de los Bertran de Gelida.
Figura 21. Árbol genealógico de los Bertran.
Figura 22. Los dos “Jacobos”.
Figura 23. Conexión familiar entre Joan Cristòfor Colom y Pere Margarit.
Prólogo de Andreu Marfull
Este libro plantea otro modo de comprender el misterioso vacío histórico que envuelve a la figura del descubridor de América, Cristóbal Colón. Existe un considerable vacío documental alrededor de su verdadera identidad, que, junto con la grandeza de su gesta, ha fomentado la aparición de cuantiosas y variadas teorías e hipótesis sobre sus orígenes, sin que ninguna se haya impuesto a las demás. Los trabajos publicados que abordan sus raíces defienden distintas posturas, con sus respectivos argumentos, pruebas y razones, algunas más sólidas que otras. El debate está abierto pero, a su vez, se encuentra enquistado. Y seguirá estándolo por dos razones. Una, seguirá siendo un misterio mientras no aparezca una tesis capaz de superar a las demás mediante la prueba de la validez, o refutación, de la contrastación empírica y documental. Y dos, mientras no sea lo suficientemente sólida como para superar las barreras simbólicas de todo lo que representa el Descubridor y llegar, así, a un consenso generalizado. En esta línea, la presente obra apunta muy alto en dicha dirección.
José Luis Espejo logra algo hasta ahora inédito. Por un lado, consigue acortar las diferencias entre las distintas teorías que se han alimentado de su enigmática identidad; y, por otro, les da a todas ellas una razón de ser. Alrededor de la estructura de su libro descansa una renovada tesis, radicalmente asombrosa, contundente y escrupulosamente documentada, que destaca por lo innovadora, atrevida y clarificadora que llega a ser.
Basándose en una rigurosa y cuantiosa profusión de fuentes contrastadas, Espejo pone sobre la mesa de debate la gran cantidad de contradicciones razonables que plantean las dos líneas principales que, según la academia universitaria, dan fe de los orígenes de Colón. Se trata de la versión de la Escuela Genovesista, que lo hace lanero de origen, y de la “tradicionalista”, que lo hace natural de una familia de almirantes. Ambas teorías se contraponen abiertamente y apenas tienen en común la idea de su origen genovés. Sin intencionalidad alguna, la consecuencia que se deriva de ello es que se desacreditan entre sí.
Entre estas dos visiones “oficialistas” existe una vía alternativa, que, tal como destaca Espejo, incorpora las obras del peruano Luis Ulloa y del gallego Salvador de Madariaga. Ambos vinculan al Almirante a tierras catalanas, con distintos matices: Ulloa lo hace catalán de origen; Madariaga lo hace original de familia judía, catalana o mallorquina, que emigra a Génova para huir de la persecución a la que se ve objeto, donde se convierte al cristianismo; allí nacería el descubridor. Así, a las dos teorías principales se le añade la vía judía (o conversa) y catalana, con una singularidad especial. Espejo les da una razón de ser a todas ellas, eliminando sus contradicciones y construyendo una nueva síntesis argumentada que las sustituye. En este sentido, su trabajo no solamente destaca por su originalidad, y por la fuerza de las ideas que contiene, sino por las numerosas pruebas aportadas. Y, sobre todo, por ser capaz de integrar con brillante habilidad el trabajo de los demás, haciendo de un trabajo colectivo una obra maestra. Y este gran aporte es de agradecer, en la medida que evita el uso de la desautorización de las demás tesis, que suele caracterizar a este debate (lo cual tiene como resultado que, en lugar de enriquecer la discusión, la ahoga).
Este trabajo se enfrenta a un muro en apariencia sólido. La idea de una supuesta catalanidad -judaica o conversa- del descubridor resulta perturbadora para la conciencia histórica convencional, ya que pone en jaque el relato oficial y alimenta una considerable dosis de inseguridad histórica. ¿Entonces, qué ocurrió realmente? ¿Se manipuló la historia? ¿Por qué? Éstas son preguntas que pueden abrir heridas, y no todos están interesados en hacerlo. Pero no por ello se debe abandonar o dejar de lado el esfuerzo por responderlas. Todo lo contrario, es importante abordar dicha cuestión con seriedad, y responsabilidad, para que brille de una vez por todas la verdad; hasta allá donde sea posible, claro.
Entrando en más detalles, querría destacar que hasta la fecha se ha avanzado considerablemente en el reconocimiento de la naturaleza judío-conversa de la Corte de la Corona de Aragón, que colaboró decisivamente en la organización del primer viaje de Colón a las Indias; así como en la recopilación de diversas evidencias que apuntan a la posible identidad judía, conversa y catalana del Descubridor, al margen de la genovesa (que tiene también su razón de ser). Pero nunca antes del modo que aquí se hace. Las pruebas y los argumentos que Espejo ofrece son el resultado de años de investigación, suya y de otros historiadores. Entre todos, han creado un nuevo mapa mental que nos ilustra sobre la identidad del descubridor, y del descubrimiento, el cual se entrevé en este libro. Solamente por esta razón merece la atención de quienes, por encima de todo, al margen de sus ideas y deseos, desean abrir los ojos y contemplar una visión renovada de este episodio de la Historia.
Pero leer este libro es también toda una experiencia. Empieza con una apertura formal del tema de estudio, en la que ubica al lector en el centro de la discusión, para, luego, poco a poco, trasladar la atención a su más que probable condición judía o conversa, así como a su linaje catalán y genovés, que vincula al Descubridor con los Colom, los Bertran, los Casanova y … los La Cavalleria. Con escrupulosa minuciosidad, Espejo hace gala de una magistral exposición de fuentes y trabajos, relacionándolos entre sí, para, en el ecuador del libro, bordar una tesis integradora que, más adelante, adquiere una inusitada contundencia, con una articulada lista de pruebas que dan sentido a los principales hallazgos. De repente, todo adquiere un nuevo significado, y las piezas, hasta entonces sueltas, empiezan a encajar, hasta llegar a componer un mosaico sumamente elocuente, atractivo y sólido. Al final, un asombroso desenlace da forma a una teoría argumentada y contrastada que es capaz de explicar a todas las demás, y erigirse como una solución a los puntos débiles o contradictorios de todas ellas. Por esta poderosa razón, se puede afirmar que se trata de una gran aportación a, seguramente, uno de los episodios de la Historia más controvertidos todavía sin resolver.
A modo de colofón, un apunte final. La pieza que, tal como aquí se presenta, culmina este enorme y a su vez bello puzzle (para los amantes de la Historia), debe su razón de ser a dos fuentes, que merecen una atención especial. Se trata de un importante hallazgo de Francesc Albardaner, de 1991 (en relación a la figura de un joven “tonsurado”, de nombre Joan Colom), más una información sorprendente publicada por el heraldista Francisco-José Morales Roca, en 1999. El primero ha apuntado a una hipótesis que el segundo ha resuelto. Muy probablemente, el primero ha influido en el segundo. Ambos han tenido acceso a distinta información, pero, por razones varias, Morales Roca no ha podido hacer públicas sus fuentes. Me explico, Albardaner, pese a su reconocida autoridad investigadora, no ha conseguido acceder a los mismos documentos que Morales Roca; en este caso por el perfil nobiliario del segundo. Pero, a su vez, Morales Roca no ha podido compartir este hallazgo, precisamente por estar en deuda con dicho perfil. Es un código de honor y lealtad suprema, que pesa sobre todo un linaje de linajes (Morales Roca es el descendiente de Manuel de Godoy y, entre otros orígenes, destaca por ser descendiente del Rey de Aragón, Jaime I).
Baso esta afirmación en la evidencia de haber podido constatar, con mis propios ojos, la honestidad de sus trabajos, el rigor de los mismos, y la gran cantidad de información a la que, por su condición nobiliaria (del nivel de Grandeza de España), ha tenido acceso. Así como su amor y su pasión por la heráldica. De él he aprendido que ser Caballero de la Orden de Malta, y del Santo Sepulcro, te abre las puertas a archivos a los que otros científicos no consiguen acceder. Ser noble te permite llegar a archivos personales (familiares) a los que la academia universitaria difícilmente tendrá acceso. Nobleza y Universidad, en este sentido, tienen distintas formas de entender la Historia, y no necesariamente hablan de lo mismo. Algo parecido sucede con la Iglesia Católica. Y este tema, el del descubridor de América, entra en contacto con las tres esferas antes citadas (Nobleza, Universidad e Iglesia). Por esta razón, la información que publica Morales Roca es importante.
Hago esta severa argumentación no solamente porque es sumamente elocuente (explica muchas cosas), sino porque he podido conocer personalmente a Morales Roca, y descubrir este submundo de la verdad histórica. Una “verdad” que se sabe, en determinados círculos, que es parcial y responde a unos intereses determinados. Entre los años 2015 y 2021, y de un modo intenso entre 2015 y 2018, he compartido con él un enriquecedor y constructivo intercambio de conocimiento, científico y personal, sobre nuestros respectivos trabajos; siendo yo, claro está, quien más ha aprendido. Y doy fe de que tiene, o tenía (ha fallecido el 5 de junio de 2022) mucha más información de la oficialmente publicada, y que trabajaba con un archivo personal impresionante, en el que acumulaba datos –anotados a mano- y materiales.
Cierto día me mostró una ficha en la que documentó el hallazgo de la identidad del “descubridor de América” (que tenía tachado, como si se hubiera desdicho de ello). Lo publicó en 1999, sin reconocerlo, y dejó constancia, a su manera, de ello. ¿Por qué lo hizo? Quién sabe… ¿Qué haríamos nosotros si halláramos esta fuente? ¿Y si con ella se nos plantease la duda, lógica, de su impacto en nuestro espacio de confort? ¿Qué haríamos si hubiéramos entregado a la heráldica, por vocación, toda una vida? Quizás lo que él hizo. Negaríamos que se tratase del mismo personaje; incluso afirmaríamos haber olvidado el origen de esta fuente; pero aun así lo haríamos público. Éste es mi testimonio, y mi parecer. Le pregunté, hasta en tres ocasiones, si Joan Cristòfor Colom, su hallazgo documental, era realmente el Descubridor; y, sin pestañear, las tres veces negó que lo fuera, con la justificación de que Colón fue el genovés que esgrime la historia oficial y, además, afirmando que olvidó la fuente de la información. Y esto no es creíble. No lo es, y él lo sabía, pero le daba igual. Eso pienso. Que me rectifique quien lo conoció si miento. “Él estaba por encima de todo juicio, respecto a su honor y a su trabajo, porque no necesitaba la aprobación de nadie, más que de su conciencia”.
En cualquier caso, para mitigar toda posible fricción indeseada a resultas de esta opinión final, no quisiera desaprovechar esta ocasión para agradecer, por encima de todo, la inspiración que su obra ha generado en mí, y en muchas otras personas. Deseo dejar constancia de todo mi aprecio, respeto y reconocimiento a su persona, y a su familia. En paz descanse.
Andreu Marfull Pujadas.
Marzo de 2023.