El mismo perro, distinto collar

Hace unos días estaba haciendo una búsqueda en la web de la Real Academia de la Historia y me encontré con una desagradable sorpresa. Consultando la referencia Rafael de Casanova, escrita por "Joaquín Albareda Salvadó" (sic.), comprobé que cuando se aludía al lugar de residencia y de sepultura de quien fuera "conceller en cap" durante la guerra de Sucesión en Cataluña, (en concreto durante el asalto de las fuerzas borbónicas a Barcelona, en Septiembre de 1714), es decir, Sant Boi de Llobregat, se emplea en su lugar la fórmula "San Baudilio de Llobregat" (Montjuïc es llamado Montjuich).

No me opongo -en absoluto- a la castellanización de ciertos nombres catalanes, por razones obvias de fonética (o por costumbre). Por ejemplo, a Colom (apellido catalán) se le llamó en Castilla Colón, del mismo modo que el Adam catalán es Adán en castellano, Joaquim es Joaquín, y Guillem es Guillén, siguiendo la regla fonética de las "m" catalanas que se convierten en "n" en castellano. También es admisible llamarlo Colomo, como así se hizo durante sus primeros años de estancia en Castilla.

Otra cosa es cuando para castellanizar un topónimo se saca otro de la manga. Es el caso de San Baudilio, en sustitución de Sant Boi. Este último es el propio de dicha localidad al menos desde la Edad Media. Sin embargo, a mediados del siglo XIX, la época del espadón y las asonadas carpetovetónicas, y del intento de extirpar las lenguas vernáculas en España (el cual fue frustrado en Cataluña por los inicios de la Reinaxença), los poderes establecidos cambiaron el nombre propio de la localidad (Sant Boi, o Sant Boy) por San Baudilio, a pesar de la incuestionable diferencia semántica y fonética de los dos topónimos, atendiendo a la creencia de que la forma "Sant Boi", de origen medieval, era propia de una lengua vulgar,  del pueblo llano, y no era apropiada para aquellos tiempos en que había que extirpar a toda costa el sentimiento de identidad de los catalanes (empezando por su lengua).

(El "progresista" Espartero dijo en 1842: "Por el bien de España, hay que bombardear Barcelona una vez cada 50 años.)

Debo confesar que la última vez que oí ese nombre, San Baudilio, aplicado a mi localidad de residencia durante 20 años, fue cuando tenía unos 14 años (en 1479 se eligió el primer ayuntamiento de la época "democrática"). Y de eso hace más de 40 años. Por ello cuando volví a ver el nombre "San Baudilio", empleado por una añeja institución madrileña (no española), como la Real Academia de la Historia, entré en "shock". Puesto que dicho nombre (San Baudilio) fue impuesto por Franco durante su dictadura, y acompañó a Sant Boi en las peores épocas de su historia (durante los tristes años de la segunda mitad del siglo XIX, o durante la dictadura de Primo de Rivera). Así pues, que una institución oficial, subvencionada por el Gobierno de España, vuelva a emplear este topónimo, con tan infames recuerdos para los "samboyanos" (gentilicio de los habitantes de Sant Boi), es cuanto menos un insulto y una provocación, agravado por el hecho de que la Wikipedia en castellano también denomina a Sant Boi como San Baudilio.

Ello confirma algo que en mi tierra es bien sabido. En España (me refiero a la España de habla castellana, junto a algún otro territorio de la "periferia") la extrema derecha se ha hecho con el control de lo más básico para la existencia de un país: la política, la información, la justicia, y ahora también el relato y el nombre que se le da a las cosas. Sólo así se explica el sinsentido de que la Wikipedia castellana llame San Baudilio al Sant Boi histórico, o que la Real Academia de la Historia emplee asimismo dicha denominación. No me cabe la menor duda que ello es síntoma de un retorno del franquismo a los medios y a las instituciones. Es un franquismo sociológico, y también político, cultural y mediático, que pretende monopolizar el relato y extirpar las diferencias (en aplicación del principio franquista de la "Unidad de Destino en lo Universal)..

Porque Cataluña, como el País Vasco, son las "grandes diferencias", que las élites herederas del franquismo no pueden tolerar, y emplearán cualquier medio para eliminar (si les conviene, mediante el uso de la fuerza, como propugnaba el "progresista" Espartero hace más de 150 años). Puesto que dicho relato postfranquista ha sido comprado, sí, también por sectores autodenominados "progresistas", que dicen estar en contra de los nacionalismos. Como si su "patriotismo" (no español, sino castellano) no fuera una forma de nacionalismo; eso sí, con el respaldo de las togas y de los espadones, y hasta de la corona real.

No podemos normalizar dicho relato "postfranquista", que no es más que la continuación del franquismo, incluso con sus propios medios. Las élites castellanas (no españolas) se inventan una supuesta legitimidad al cambiar los nombres (Sant Boi por San Baudilio, etc.), que parte en realidad de un dominio, rayano en el genocidio cultural, con origen en los peores años del despotismo español del siglo XIX.

Para un samboyano -como yo- que ha vivido el franquismo (sus últimos años), llamar San Baudilio a Sant Boi es un insulto, del mismo calibre que -por poner un ejemplo- sería llamar "Madriz del Caudillo" a la capital de España. Es un insulto, y una provocación, completamente gratuito e innecesario. Es una forma de humillación. Ni la tradicional "gravitas castellana" puede amagar dicha intención de volver al pasado, en que -por ejemplo- a Sant Cugat se la llamaba San Cucufate. Ya es difícil tolerar que a un lugar como Cerdanyola se convierta en Sardañola, tanto en la Wikipedia en castellano (tomada por la ultraderecha) como en los recovecos más oscuros de la legitimidad madrileña que alienta estos desaguisados.

Un personaje de la devoción del "stablishment" castellano, y del "stablishment" catalán que colabora con aquél, es Antoni Gaudí. Pues bien, véase lo que escribió, por lo que se refiere a la mentalidad castellana:

Antoni Gaudí (Isidre Puig Boada: El pensament de Gaudí. Publicació del Col.legi d'Arquitectes de Catalunya, 1981. Página 183)

Catalunya i el Centre:

"No ens podrem soldar mai. Els puntals del poble són el govern, el comerç, l'art; tot coses sintètiques. La gent del centre són abstractes, i l'abstracció porta sempre als extrems (que són la máxima abstracció) i, així, veiem que el govern central va de la violència (quan actua col.lectivament) a la concupiscència dels sigrons (quan l'assumeix un individu).

De manera que el govern és sempre sense justícia, l'art per l'art no existeix: en lloc de la riquesa, filla del comerç, hi ha la misèria.

Els catalans som del mig, som la gent d'equilibri amb les nostres qualitats, que esdevenen defectes: com a gent d'equilibri ens acomodem a totes les situacions, fins a les de violència (és una qualitat i també un defecte); el nostre afany és mercadejar, fer la riquesa; això ens porta sovint a l'avarícia (però no a la usura). De manera que, les nostres qualitats, els del centre no les tenen, ni tampoc els nostres defectes: no hi ha soldadura".

Y ahora veamos lo que escribe Machado en "A orillas del Duero":

"Castilla miserable, ayer dominadora, envuelta en sus andrajos, desprecia cuanto ignora".

El sentimiento predominante en el centro, por lo que se refiere a la "periferia" (así nos llaman en Madrid), es: "nunca aprenderán". Las élites postfranquistas creen que mediante la minorización de la lengua, la obstaculización del autogobierno, el descrédito del país, y el empleo de la represión, van a doblegar la voluntad de los catalanes. No lo consiguieron en el siglo XVIII, ni en el XIX, ni en el XX, y no lo harán ahora. Ellas dominan los juzgados, los cuarteles, y los "organismos oficiales", pero no vamos a permitir que dominen el "relato". Ignoro si Joaquín Albareda sabía que se iba a emplear el topónimo San Baudilio. Estoy convencido de que en su artículo escribió "Sant Boi", y se cambió por el término franquista que se puede leer en la actualidad.

Como historiador he encontrado, repetidamente, que se hace befa y mofa de la historia de Cataluña. Cuando se insinúa que Colón (Colom) era de familia catalana (aunque nacido en Génova), se acude a la gracieta de que los catalanes creemos que todos los personajes relevantes lo son. Cuando se habla de Cataluña como reino, o entidad soberana, los españolistas más puristas salen con que Cataluña no ha sido nunca soberana, y que siempre ha dependido de otros (Aragón, Castilla, etc.). En definitiva, Cataluña no ha sido un reino, y por tanto no tiene derecho a su libertad (a su independencia). Eso es lo que llama "dominar el relato"; mediante la mentira, eso sí, como se puede demostrar a poco que se ponga un poco de interés, atención, y sobre todo disposición favorable (mente abierta, sin prejuicios).

Los "dominadores del relato", el postfranquismo madrileño, no nos va a callar. No al menos a mí.

Nota final: Acabo de atender en mi librería a una indígena quechua (del Perú) interesada por la mitología de su país. Sin que sacase el tema, me ha dicho -¿es acaso una señal de algo?- que los españoles intentaron acabar con su cultura, y que no lo han conseguido. Y que todos los pueblos tienen no sólo el derecho, sino también la obligación, de preservarla, cueste lo que cueste. "Perder la identidad es perder la dignidad". Insisto, la conversación es casual, y en absoluto forzada por mí (no me atrevería a hacerlo con un cliente, si éste es un desconocido). ¿Casualidad? Yo no creo en las casualidades.

Véase, a este respecto, mis otros artículos sobre este tema:

https://www.joseluisespejo.com/index.php/blog/492-en-torno-a-la-lengua-catalana-y-la-inmersion-lingueistica

https://www.joseluisespejo.com/index.php/blog/481-en-torno-a-cataluna

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