Por qué los gallos cantan al amanecer

Hace mucho tiempo el sol estaba siempre en el cielo, y por eso siempre era de día... Al principio, todo iba bien, pero con el tiempo, los animales del gallinero se empezaron a preocupar...

"Esto no puede seguir así (dijo la gallina)... Como siempre es de día, yo no puedo dormir. ¡Y se me hace tan difícil poner un huevo!"

El gallo contestó: "Si no hacemos algo pronto, voy a olvidar cómo se dice ¡Co-co-ro-có!"

Y los pollitos dijeron por su parte: "¡Queremos que sea de noche, porque por la noche hace menos calor!"

En fin, que todos en el gallinero estaban de acuerdo en que el sol debía descansar, como todo el mundo. Porque si no, ¡nadie podría pegar un ojo!

El problema es ¡cómo conseguirlo! Todos los animales del gallinero empezaron a darle vueltas y más vueltas. Ni las gallinas, ni los gallos, encontraron la solución... Pero entonces, llegó un pollito y propuso a los demás:

"¿Por qué no le pedimos a nuestros amigos ruiseñores que le canten una nana al sol? Seguro que así se dormirá".

"¡Buena idea!", dijeron todos... El problema es que, como ni los gallos ni las gallinas saben volar, sería muy difícil encontrar un ruiseñor por ahí cerca...

Pero, ¿sabéis? Los animales del gallinero estuvieron de suerte. Porque en ese momento pasó por allí un ruiseñor cantor... Y el pollito le propuso:

"Amigo ruiseñor: si nos ayudas a dormir al sol con tu bonito canto, te daremos todo el grano que quieras".

Por supuesto, al ruiseñor le pareció un buen trato... Así que, ¡inmediatamente se puso manos a la obra! El ruiseñor empezó a volar... ¡Arriba, arriba! Tan alto, que casi podía tocar al sol...

Bueno, en realidad tampoco se acercó tanto, porque si no, se le hubiesen quemado sus bonitas plumas... Entonces, el ruiseñor empezó a cantar.

Y con su dulce trino, el sol, por fin, se durmió... Pero entonces sucedió lo que nadie esperaba... Se quedó tan dormido... ¡Que no había manera de despertarlo!

Pasó un día, y otro, y otro... Y el sol continuaba dormido... Todos los animales de la granja estaban muy preocupados, porque sin el sol, ¡no veían más allá de sus narices, digo, de sus picos!

Pero afortunadamente, al mismo pollito de antes se le ocurrió otra brillante idea:

"Papá gallo... ¿Por qué no utilizas tu magnífica voz para despertar al sol?"

De nuevo, todos los animales del gallinero estuvieron de acuerdo con el pollito. Así que el gallo subió a la torre más alta del gallinero, y desde allí cantó un magnífico ¡¡Co-co-ro-có!!

¡Y claro! Con esa voz tan poderosa, ¿cómo no se iba a despertar el sol? Desde entonces, justo a la hora del amanecer, el canto del gallo despierta al sol de su sueño nocturno; y cuando llega la hora del atardecer, el trino del ruiseñor le hace entrar en un sueño muy-muy profundo...

Moraleja: A grandes males, grandes remedios.

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