La mona vestida de seda

 

En una selva vivía una mona muy presumida, porque se creía muy guapa... Y ésta decía para sí:

"Un hermoso vestido me voy a poner, ¡y la mona más guapa voy a ser!"

Así que se fue al pueblo... Se metió en una tienda de ropa... Y con mucho disimulo se llevó una hermosa blusa de seda roja...

Pero si robar esa bonita blusa había sido fácil, ponérsela no lo fue tanto:¡No sabía por dónde meter las mangas! Lo intentó por la cabeza, y no lo consiguió, luego por los pies, y tampoco... Al final metió sus bracitos peludos ¡y quedó más contenta que unas pascuas!

Al verla con su nuevo vestido, todas las monas dijeron: "¡Oh, qué guapa ha quedado con su blusa roja! ¡Pues yo también quiero una!"...

Pero entonces pasaba por allí una pantera hambrienta, y como la mona llevaba puesto un vestido rojo bien chillón, ¡enseguida el gran felino le echó el ojo! ¡Y la persiguió hasta que la mona consiguió, por fin, subirse a un árbol bien alto!

¿Y qué creéis? ¿Al resto de las monas les seguía pareciendo una buena idea eso de tener un vestido rojo-chillón?

No, por supuesto, porque por su culpa, ¡todas las fieran las podrían ver a, por lo menos, ¡un kilómetro de distancia!

¡Pobre mona! Como ella no se quería desprender de su preciosa blusa roja de seda, ¡sus compañeras no la querían a su lado! Y por eso se tuvo que ir a vivir sola, muy lejos, en otro árbol de la selva...

¿Pero sabéis qué? Ni aún así quería quitársela... Porque ¡con ella se sentía muy guapa! Aunque no le sirviera de mucho, la verdad sea dicha...

Un rato después tuvo mucha hambre... Porque se había pasado todo el día acicalándose, y se había olvidado de comer...

Porque, ¿sabéis?, aunque a las monas les gusta mucho comer frutas, también necesitan comer algo de carne...

El problema para ella, es que con su blusa ¡no podía cazar nada! Ni un ratón, ni un pequeño pájaro: con ese vestido chillón, ¡los alertaba a kilómetros de distancia! Y lo que es peor, cuando menos se lo esperaba, ¡la pantera la volvía a perseguir!

Pasó el tiempo, y la pobre mona, por culpa de su bonito vestido, ¡no pudo probar bocado! Y empezó a ponerse flaca, y pálida... Un día, al verse reflejada en el río, dijo para sí:

"¡Oh, qué flacucha y fea estoy! Y todo por culpa de esta dichosa blusa roja."

Y sin pensárselo dos veces, se la quitó y volvió con sus compañeras...

Al poco tiempo volvió a ser tan guapa como antes, y además ¡mucho más feliz! Porque como se suele decir: "Aunque la mona se vista de seda..." ¡Mona se queda!

Moraleja: Pretender ser lo que no se es entraña graves riesgos (y a veces graves consecuencias).

 

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