El conejo de la suerte
Un campesino estaba cultivando su huerto, cuando de pronto encontró un conejo comiéndose una de sus zanahorias...
El conejo estaba tan concentrado mientras comía la zanahoria, que no se dio cuenta de cómo el campesino se aproximaba... Pasito a pasito, ¡hasta agarrarlo por las orejas!
"Ajá (le dijo el campesino al conejo)... Te pillé, ladronzuelo. Por comerte mis zanahorias acabarás en la cazuela..."
¡Pobre conejo! Si no hacía algo muy pronto, ¡acabaría en el estómago del furioso campesino!... Pero afortunadamente, este conejo tenía un secreto muy bien guardado, y gracias a él podría salvar su vida...
"Campesino, si me perdonas la vida, tu conejo de la suerte seré, porque para ti un tesoro encontraré".
¡Mmm! "¿Y si dice la verdad?" Pensó el campesino para sí... Así que de momento le perdonó la vida, y el conejo le condujo hasta un escondrijo secreto donde había un tesoro enterrado...
Y cuando llegaron allí, el conejo le hizo prometer lo siguiente:
"Campesino, si quieres que sea tu conejo de la suerte, prométeme que toda mi vida sabrosas zanahorias me darás, y que de todo mal me protegerás..."
Y el campesino, que ante todo quería conseguir el tesoro enterrado, se lo prometió... Entonces el conejo le indicó el lugar donde estaba el tesoro, y el campesino se puso a cavar un agujero...
Y después de cavar un buen rato, ¡encontró un arcón lleno de monedas de oro! Gracias a él, el campesino se hizo muy rico, y se construyó una casa muy bonita... ¿Y creéis que cumplió la promesa que le hizo al conejo?
Al principio sí... Le construyó una madriguera muy confortable en el jardín de su casa, y le alimentó con las mejores zanahorias... Pero con el tiempo, se hartó de él, porque decía que le llenaba la casa de pelos...
"¡Fuera de mi casa! (le dijo el campesino al conejo). ¡Ahora ya no te necesito para nada!..."
Y el conejo, muy triste, marchó de la casa del campesino, no sin decirle antes:
"Campesino, se acabó tu suerte: por ser tan desagradecido, dentro de muy poco tu casa y tu tesoro habrás perdido".
El campesino, que no tenía ningún miedo del conejo, empezó a dar grandes carcajadas...
Pero el conejo sabía muy bien lo que decía... Porque fue a ver a sus amigos topos, y les pidió que con sus afilados dientes excavaran túneles debajo de la casa del campesino... ¿Y sabéis lo que pasó? Que su casa se hundió...
¡Pobre campesino! Había perdido su casa... Aunque aún le quedaba su tesoro... Pero aquí no acabaron sus desgracias...
El conejo fue a ver a sus amigos castores, y les pidió que con sus diques desviaran el curso del río, para que pasara justo por donde estaba la casa... ¿Y sabéis lo que pasó? Que el río se llevó el tesoro con todas sus monedas...
O sea: el conejo cumplió su amenaza, y castigó al campesino por ser tan desagradecido. A partir de entonces, éste tuvo que volver a cultivar zanahorias para ganarse la vida.
Moraleja: Es de malnacidos ser desagradecido.