Los "youtubers" del misterio

Yo no soy una persona crédula, pero sí de mente abierta. Y como además, por el interés que le dedico a mis investigaciones, es mi obligación estar al día de todo lo que se cuece en el campo del “misterio” (quien haya leído mi libro El conocimiento secreto sabrá por qué), soy un fiel seguidor de los principales Youtubers “del misterio” en lengua castellana (y algunos en lengua inglesa).

Con el tiempo he llegado a dos conclusiones contradictorias: 1) Por un lado, su papel me parece necesario, porque sacan a la luz informaciones, a veces disfrazadas de “campañas de desinformación”, que no son de fácil acceso en medios convencionales; 2) pero por otro lado, me da la sensación de que la ideología subyacente de dichos “youtubers” se acerca a la que profesaban sus colegas de decenios atrás, los practicantes del llamado “realismo fantástico” de los sesenta y los setenta. Quien haya leído mi libro El conocimiento secreto sabrá que los defino de la siguiente manera: “Entre los años sesenta y setenta del pasado siglo se escribieron numerosos libros, característicos y distintivos, preocupados por curiosidades, rarezas y misterios. Éstos acostumbraban a estar salpicados por nociones de ideología que, en su mayor parte, reflejan una cosmovisión autoritaria, racista y elitista”.

Alguien me dirá: ¡pero si son estos mismos youtubers los que se quejan del “elitismo” de los “illuminati”, y de sus adláteres que mueven el mundo cual titiriteros! A ello contesto: por lo general, dicho “antielitismo” está más cerca del “trumpismo” norteamericano, que del auténtico “antielitismo” progresista. La visión dominante se acerca al conservadurismo más recalcitrante, que pone como foco de sus conspiranoias unos supuestos “illuminati” (que no existen del modo en que ellos los pintan, aunque nadie puede negar que sí hay titiriteros que mueven los hilos), y más allá, a unos Arcontes imaginarios, al servicio de razas alienígenas hostiles (o similares).

Otro aspecto que convierte su mensaje en altamente sospechoso, e incluso tóxico, es la común convicción de dicho gremio de que el “cambio climático”, si existe, es producido por causas naturales, y no antrópicas. Suelen considerar que todas las medidas de mitigación de dicho “cambio climático”, empezando por los llamados “impuestos ecológicos”, son una forma más de “intervención de las élites illuminati” por no sé qué oscuras razones; y en general van en el sentido contrario a la convicción general de que se han de adoptar medidas enérgicas para acabar con los combustibles fósiles, y para incentivar fuentes de energía limpias. Sí, ya sé que ciertos poderes económicos se frotan las manos, porque ven en ello un área de negocio muy provechoso. Ello sólo se puede evitar con medidas aún más enérgicas contra la “rapacidad descontrolada” de nuestros tiempos; en definitiva, restringiendo la movilidad, o el consumo, o el provecho económico egoísta e insolidario, de la forma más adecuada para disminuir la “mochila ecológica” (la entropía) del ser humano sobre el planeta (esta medida, es bien seguro, será considerada “elitista”). Por supuesto, estas políticas se habrían de implementar respetando el principio de la “equidad social”.

Pero me parece todavía más indignante su alusión continua al catastrofismo más soez. En este sentido, se inscriben en una corriente de pensamiento que sí es abierta y manifiestamente elitista: el “milenarismo”. Esta ideología, próxima a los movimientos rosacrucianos, establece que estamos próximos al “fin de los tiempos”, que restaurará el planeta de forma tal que los “elegidos” podrán crear una especie de Paraíso, libre de los “pecados” y de los “males” de nuestros tiempos. Los supervivientes de tal cataclismo (no nos los describen, pero se supone que serán personas “concienciadas” y “espirituales”) iniciarán un nuevo ciclo de prosperidad y de conciencia planetaria… Con ello están poniendo en marcha, no sé si inadvertidamente, un mecanismo sobradamente conocido, que recibe el nombre de “selffulfilment prophecy”: la profecía que se cumple por el mero hecho de ser enunciada. En El conocimiento secreto escribo lo siguiente: “Imaginemos que exista una tradición, como aquella de San Malaquías, que nos advierte de que el Papa actual (Benedicto XVI) será el último antes de la llegada del Anticristo. Si con ello tiene lugar el Fin de los Tiempos, en el que los ‘elegidos’ heredarán la Tierra, ¿acaso los que se consideren como tales no harán todo lo posible para que se cumpla la Profecía?”.

A este respecto, el maestro Juan García Atienza, en La mística solar de los templarios, escribía lo siguiente:

“Por debajo de la cotidianiedad de nuestra vida, manteniendo una discretísima apariencia de pequeños núcleos aislados… hay todo un movimiento que, desde la penumbra, promueve con distintos nombres la futura eclosión pública de un ideario solar llevado a la práctica desde supuestos ideológicos aparentemente intemporales, pero realmente enraizados con toda firmeza en una filosofía que no responde a principios universalmente válidos, sino a métodos que enlazan con toda claridad con mesianismos de vía estrecha, aunque desgraciadamente trágica por la experiencia histórica, empeñados en la sumisión del ser humano a principios supuestamente ordenados desde las alturas prohibidas de lo inalcanzable”.

Me parece indecente que, en este período difícil, en que el Covid-19 ha generado tanto dolor, tantas dificultades, y al mismo tiempo tanta entrega y solidaridad entre las personas, estos “youtubers” se hayan unido, como un coro ensordecedor, con un objetivo común aún dentro de sus diferencias –pues en este club parece que hay una lucha cainita entre unos miembros, o sectores, y otros-, para proclamar, casi al unísono: “¿No os lo decíamos nosotros? ¡Escuchad, hermanos, este mundo se acaba, y lo que está por venir son los prolegómenos del Fin del Mundo!”. En qué consista éste es una cuestión de matices: alguno considera que el fin del mundo es eso, literalmente. Si tenemos aquí a oleadas de alienígenas es porque, literalmente, se llevan semillas de la Tierra (entre ellas, embriones humanos) con la intención de replantarlas en el futuro, cuando las pavesas de nuestro planeta (ya extinguido) se hayan enfriado. Otros, menos dramáticos, aparentemente, insisten en una crisis económica colosal que posiblemente acabará con clarines de guerra… Pero nadie, dentro de esta comunidad, cuando tuvo la oportunidad, dio mensajes de esperanza, y orientaciones razonables, sobre el cambio de vida necesario para rebajar la “carga ecológica” que está destruyendo el planeta, poco a poco, y que nos llevará al colapso en pocos decenios si no lo remediamos pronto.

Hay quien (me refiero a un “contactado” que realiza una arriesgada labor en contra de la mafia, un mal que corroe su país) esgrime sus “estigmas” y su “línea directa” con los extraterrestres que nos visitan, para afirmar abiertamente que el Fin del Mundo está por llegar; y cuando habla de Fin del Mundo no se refiere a otra cosa que no sea la extinción de la raza humana. ¿Qué mensaje de esperanza se le puede dar a aquellas personas, sensibles y decentes, que aman a sus hijos, y desean lo mejor para ellos? ¿O para los que sacrifican su libertad, su bienestar y aun su vida, en pos de los demás? Ellos no son la minoría, sino la mayoría. Otra cosa es que una minoría poderosa, insensible y elitista, realmente se preocupe más por sus propios intereses, inmediatos y egoístas, que por los de los demás. Pero también hay quien, entre los poderosos, hace grandes esfuerzos por mejorar la vida de los otros; y también los hay, entre los débiles y los vulnerables, que no son para nada conscientes de su “huella ecológica” y de sus reponsabilidades sociales, y para con la Naturaleza.

Considero que esa actitud “catastrofista”, por fundada que esté en ciertas “visiones” (o “supuestas visiones”), o en una “buena fe” dificil de valorar, no es sólo dañiña, sino que es –aún más- tóxica para los intereses de la población; de la buena gente que son mayoría –eso creo- en el planeta en el que habitamos.

La información, la buena información (no adulterada, no filtrada, pero sí responsable), es la que puede sacar de la ensoñación o del error a los que todavía no entienden que no podemos seguir viviendo así, sin importarnos para nada nuestra responsabilidad social, y nuestra “huella ecológica” en el planeta.

La información es necesaria; y más si se salta los filtros y los controles –que existen; lo digo por experiencia propia- del poder. Pero ésta ha de ser responsable. Es normal equivocarse; lo que no es normal, ni ético, es mentir o exagerar (recuerdo, por ejemplo, lo dicho por un youtuber que hablaba de los “miles de muertos” de la operación Highjump en la Antártida, dirigida por el almirante norteamericano Richard E. Byrd; cuando –al menos oficialmente- hubo únicamente seis bajas). Y aún menos alarmar, o generar inquietud innecesaria, cuando lo conveniente es –además de informar- dar esperanza y orientaciones positivas para enfrentar los problemas. Pues, ¿qué pretenden? ¿Que nos suicidemos masivamente? En tiempos de dificultades es necesario unirse para cooperar, no generar angustia y desesperanza, con el resultado consiguiente de resignación y pasividad.

También es cierto que en este campo hay niveles y categorías. Hay algunos “youtubers” especializados en desmentir o corregir los errores de otros (especialmente en el campo ufológico). Y alguno incluso pretende ser –en ocasiones- más “papista que el papa” por lo que se refiere a ciertas informaciones en el área de la astronomía (ahora que está de moda el catastrofismo por causas naturales: caída de meteoros y similares), si bien ha cometido errores de bulto en la predicción de futuros cataclismos (en la caldera volcánica de Yellowstone, por poner un ejemplo). En definitiva, los hay que pretenden poner una pátina de “respetabilidad” a sus aportaciones (todo sea dicho, realizadas con seriedad y profesionalidad), pero que en determinados momentos no pueden evitar incurrir en el sensacionalismo.

Así pues, considero la labor de estas personas interesante e incluso necesaria; pero habrían de evitar caer en los vicios en los que a veces incurren. El vivir de los vídeos de Youtube no implica generar alarma o sensacionalismo; hay divulgadores que, siendo ortodoxos y académicos en sus aportaciones, recaban si cabe mayor número de visionados y subscripciones en sus canales. Los hay, por otro lado, que han convertido sus aportaciones en un gozoso espectáculo, entre gótico, tétrico y burlesco, pero manifiestamente recreativo, con resultados espectaculares (no hace falta dar nombres).

En general, los “youtubers” a los que me he referido son grandes comunicadores; algunos de ellos, incluso, son verdaderos “piquitos de oro” (de los que les gusta escucharse a sí mismos, y que a veces no dejan hablar al entrevistado). Pero, aunque algunos de ellos aparentan tener una sólida formación técnica y científica, en ocasiones se nota una evidente improvisación en campos que –tal vez- no son de su competencia (me refiero, por ejemplo, a materias sociales o históricas). Hay algo aún peor que la ignorancia o la soberbia del que se siente “sabio” (sin serlo): las pontificaciones de los “medio instruidos” (quiero mencionar el caso de uno que interpreta la campaña contra el covid-19 como una estrategia para inocularnos una vacuna con aviesos propósitos, y además, para implantarnos microchips de control). Pero hay un aspecto que me parece aún más preocupante: el tinte manifiestamente conservador, y hasta retrógrado, en el discurso político: aparentemente “antielitista”, pero en la práctica al servicio del neoconservadurismo “trumpista” imperante en la actualidad.

Sé que con este artículo me voy a crear numerosos enemigos. Pero es mi deber publicarlo, por sentido de la responsabilidad; el mismo deber que me llevó a escribir los libros Alto riesgo, los costes del progreso, y El Conocimiento secreto.

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