Profecías del Renacimiento

 

En el año 1492 tiene lugar, en Europa, una revolución en las formas de vida. Con la llegada de Cristóbal Colón al continente americano se ensancha el horizonte geográfico; y en el plano intelectual, se pone énfasis en la Razón y en el Humanismo, rompiendo la rígida hegemonía del escolasticismo y del apego a la Fe. El Renacimiento es un “momento de transición” y un “período estelar” de la Historia. Acaba la Edad Media y comienza la Edad Moderna. Se desarrolla el Hermetismo y se ponen los cimientos de la futura Revolución Científica. No obstante, los protagonistas de este período consideran inminente el Fin de los Tiempos. ¿Por qué? En este artículo trataré de dar respuesta a este interrogante.

            La visión cristiana de la “inminencia del Fin de los Tiempos” es un residuo de la tradición apocalíptica judía, tal como es recogida en los llamados “manuscritos de Qumran”, hallados en 1947 en unas cuevas a orillas del Mar Muerto, en Palestina.

Como es bien sabido, el Apocalipsis de Juan, escrito en la isla de Patmos a finales del siglo I, sirvió de base para la noción cristiana del “Milenio”, establecida por San Agustín (354-430) en el libro XX de su obra La Ciudad de Dios (titulado El Juicio Final). Su comentario sobre el Milenio dio pie a posteriores reflexiones sobre el Juicio Final, como la del Beato de Liébana (701-798). Éste encabezó la corriente “Futurista”, según la cual los hechos narrados en el Apocalipsis están aún por llegar, frente a otra visión (“Preterista”) que postula cumplida la Revelación, con la victoria del cristianismo sobre el paganismo (simbolizado por la “gran ramera”; es decir, la Roma pagana).

            La concepción cristiana de la Historia se resume en la frase “Yo soy el Alfa y el Omega”, extraída del Apocalipsis. Ésta alude a una visión lineal, con un origen (Alfa, o Creación del Mundo) y un fin (Omega, o Parusía), que tendrá lugar con el descenso de Cristo en toda su gloria para juzgar a los vivos y los muertos; lo cual supone el Fin del Mundo. La letra Alfa, para el Beato de Liébana, es la “cruz de Cristo”, o “lignum crucis” (la madera de la cruz), del que tendré ocasión de hablar en otro lugar. Traducido en términos más actuales, representa un “momento culminante” en el desarrollo de la Historia, desde el punto de vista cristiano.

            Pero existe una interpretación alternativa a la cristiana, por lo que se refiere a la noción del Milenio. El Fin del Mundo se transforma en el Fin de una Era. A ello no es ajeno el desarrollo de la interpretación hermética que floreció en Italia en la segunda mitad del siglo XV, con la traducción del Corpus Hermeticum por parte de Marsilio Ficino (1433-1499).

En la visión cíclica de la Historia la A es el origen de una Era, y asimismo el comienzo de la Era siguiente, tras el previsible período de transición (de carácter traumático, o catastrófico): el mundo se purifica, y sólo los “elegidos” conocen el Mundo Nuevo por llegar.

Esta concepción (representada por el acrónimo AA), de probable origen oriental (pitagórico, hindú) es, desde mi punto de vista, la adoptada por la mayor parte de los “profetas” del Renacimiento. En términos simbólicos, la visión “lineal” (cristiana, medieval) de la Historia adquiere la forma del laberinto (con una entrada y una salida); la visión “cíclica” (oriental, hermética), por su parte, se representa mediante un círculo. A este respecto, Umberto Eco dice, en la obra Entretiens sur la Fin des Temps (publicada por Fayard): “El pensamiento esotérico que reaparece tras el Renacimiento es un pensamiento del eterno retorno”.

 

Índice:

 

Joaquín de Fiore y los profetas medievales

Dante: el águila y el lebrel

Leonardo, hermético militante

Cristóbal Colón, visionario, Mesías y profeta

Rabelais, profeta del Renacimiento

Profecías del Renacimiento: ¿Fin del Mundo, o Fin de un Ciclo?

DANTE ALIGHIERI, “PERITO EN MAGIA”

VIRGILIO, ANTICIPADOR DE LA “EDAD DE ORO” POR LLEGAR

EL “ÁRBOL CORTADO” DE LEONARDO DA VINCI

LEÑO BUENO, LEÑO MALO

 

 

Para leer el artículo entero:

Temas de Historia Oculta (2). Las doctrinas prohibidas